sin esa necesidad inherente de sobrevivir, de llevar un mendrugo a casa para nuestros pichones,
trabajando extra, pero trabajando al fin. Trabajando en esas horas destinadas al descanso, ya que
en las horas oficialmente “laborales”, el trabajo es otro muy distinto… es una tortura constante de
aguantar maltratos, abusos, menosprecio, envidia, al compañero que trata de usurpar tu puesto,
al lame botas del jefe, al vago que no hace nada y se dedica a dormir todo el tiempo, al mediocre
de al lado que busca la primera oportunidad de adjudicarse el crédito por el trabajo del grupo, a
esa olla de serpientes cuyo chismerío es el único pasatiempo para convencerse de que no son
simples máquinas y que todavía son personas, con emociones y sentimientos, tratando de
aguantar la inquebrantable rutina mientras arañan la peana de su puesto de trabajo.
Dichosos aquellos que realmente aman lo que hacen, esos personajes sonrientes cuya profesión
no dependió de la demanda de mercado, ni de la posibilidad de un mejor sueldo, ni del consejo de
algún pariente… esos seres en extinción cuya vocación fue más grande y realmente hacen lo que
quieren, pero además ¡Oh! Sortilegio imprevisible del destino, ganan plata con ello…
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Letramargo N°8a "Laburo, mendrugo me embriago"
Letramargo N°8b "Laburo, mendrugo me embriago"
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